Media hora luego y previo anunció de
tres cañonazos, el Jefe Supremo, acompañado de la
oficialidad, llegó a las
puertas del Palacio y todos los diputados salieron a recibirlo. Un numeroso
destacamento que ocupaba el frente, le hizo los honores militares.
El Jefe Supremo abrió la sesión con
un discurso, exponiendo los fundamentos del Proyecto de Constitución que
presentaba y haciendo ver que era lo más adaptable a la realidad del país.
Al
final declaró instalado el Congreso reconociendo en él la soberanía nacional a
tiempo que exclamaba “Mi espada y la de
mis ínclitos compañeros de armas están siempre pronto a sostener su augusta
autoridad. Viva el Congreso de Venezuela”. A esta exclamación repetida por
los asistentes, siguió una salva de artillería.
Acto
seguido el Jefe Supremo invitó al Congreso a la elección de un Presidente
Interino para entregarle el mando. A viva voz los congresistas proclamaron al
diputado por Caracas, Francisco Antonio Zea, y Bolívar le tomó el juramento
sobre los santos evangelios al igual que a todos y cada uno de los diputados
restantes.
Concluido
el juramento, Bolívar cedió su asiento al Presidente Interino y dirigiéndose al
cuerpo militar dijo: “Señores Generales,
Jefes y oficiales, mis compañeros de armas, nosotros no somos más que simples
ciudadanos hasta que el Congreso soberano se digne emplearnos en las clases y
grados que a bien tenga. Contando con vuestra sumisión voy a darle en mi nombre
y en el vuestro las pruebas más claras de obediencia entregándole el mando de
que yo estaba encargado. Devuelvo a la República el bastón de General que me
confió. Para servirla cualquier grado o clase que el Congreso me destine, es
para mi honroso, en él daré el ejemplo de la subordinación y de la ciega
obediencia que debe distinguir a todo soldado de la República”.
Sin
embargo, la renuncia del Jefe Supremo no fue aceptada por el Congreso. Todos
los grados y empleos conferidos por Bolívar durante su Gobierno, fueron
confirmados. El presidente del Congreso, Francisco Antonio Zea, le devolvió el
bastón, le dio asiento a la derecha y seguidamente pronunció un discurso
justificando la decisión del Congreso de ratificar su autoridad, pero el
General Bolívar repuso: “Jamás volveré a
aceptar una autoridad a la que para siempre he renunciado de todo corazón por
principios y por sentimientos.” Efectivamente, Bolívar era contrario a
reunir en una misma persona el Poder Militar y Civil. Al finalizar pidió
permiso para retirarse y el Presidente del Congreso se lo concedió, nombrando
una diputación de diez miembros para que lo acompañase.
Al
siguiente día –dice el Correo del Orinoco-, después de largas discusiones; se
reconoció unánimemente la absoluta necesidad de que en las actuales
circunstancias continuase interinamente el General Bolívar en la Presidencia
del Estado, y una diputación encabezada por el General Rafael Urdaneta fue
encargada de comunicarle esta determinación a la que al final y tras una
segunda negativa terminó resignándose el General Bolívar. Su ausencia de la
Capital sería suplida por Francisco Antonio Zea, en calidad de Vicepresidente y
a Zea lo supliría Roscio en la Presidencia del Congreso.
La
respuesta a la última negativa de Bolívar está firmada por Diego Bautista
Urbaneja, Secretario del Congreso, el 17 de febrero de 1819, en los siguientes
términos: “Excmo. Señor: No habiendo el
Soberano Congreso Nacional accedido a las repetidas renuncias de la Presidencia
interina del Estado que se confirió a V. E en la Sesión Ordinaria de ayer, y
confirmado este nombramiento, y el de Vicepresidente del mismo en la persona
del señor diputado Francisco Antonio Zea, por la de hoy hasta estos destinos
sean constitucionalmente elegidos; y a consecuencia de la comunicación que V. E
se hizo de estas deliberaciones, prestado ya el juramento debido: ha acordado
el Soberano Congreso se publique sus nombramientos; se haga una salva de
Artillería por ellos y se mande a iluminar generalmente esta capital por la
noche de ese día y que al instante V. E comunique sus respectivas órdenes a la
Comandancia General”.
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