sábado, 2 de febrero de 2013

Renuncia del Jefe Supremo


                          Media hora luego y previo anunció de tres cañonazos, el Jefe Supremo, acompañado de la 
oficialidad, llegó a las puertas del Palacio y todos los diputados salieron a recibirlo. Un numeroso destacamento que ocupaba el frente, le hizo los honores militares.
            El Jefe Supremo abrió la sesión con un discurso, exponiendo los fundamentos del Proyecto de Constitución que presentaba y haciendo ver que era lo más adaptable a la realidad del país.
            Al final declaró instalado el Congreso reconociendo en él la soberanía nacional a tiempo que exclamaba “Mi espada y la de mis ínclitos compañeros de armas están siempre pronto a sostener su augusta autoridad. Viva el Congreso de Venezuela”. A esta exclamación repetida por los asistentes, siguió una salva de artillería.
            Acto seguido el Jefe Supremo invitó al Congreso a la elección de un Presidente Interino para entregarle el mando. A viva voz los congresistas proclamaron al diputado por Caracas, Francisco Antonio Zea, y Bolívar le tomó el juramento sobre los santos evangelios al igual que a todos y cada uno de los diputados restantes.
            Concluido el juramento, Bolívar cedió su asiento al Presidente Interino y dirigiéndose al cuerpo militar dijo: “Señores Generales, Jefes y oficiales, mis compañeros de armas, nosotros no somos más que simples ciudadanos hasta que el Congreso soberano se digne emplearnos en las clases y grados que a bien tenga. Contando con vuestra sumisión voy a darle en mi nombre y en el vuestro las pruebas más claras de obediencia entregándole el mando de que yo estaba encargado. Devuelvo a la República el bastón de General que me confió. Para servirla cualquier grado o clase que el Congreso me destine, es para mi honroso, en él daré el ejemplo de la subordinación y de la ciega obediencia que debe distinguir a todo soldado de la República”.
            Sin embargo, la renuncia del Jefe Supremo no fue aceptada por el Congreso. Todos los grados y empleos conferidos por Bolívar durante su Gobierno, fueron confirmados. El presidente del Congreso, Francisco Antonio Zea, le devolvió el bastón, le dio asiento a la derecha y seguidamente pronunció un discurso justificando la decisión del Congreso de ratificar su autoridad, pero el General Bolívar repuso: “Jamás volveré a aceptar una autoridad a la que para siempre he renunciado de todo corazón por principios y por sentimientos.” Efectivamente, Bolívar era contrario a reunir en una misma persona el Poder Militar y Civil. Al finalizar pidió permiso para retirarse y el Presidente del Congreso se lo concedió, nombrando una diputación de diez miembros para que lo acompañase.
            Al siguiente día –dice el Correo del Orinoco-, después de largas discusiones; se reconoció unánimemente la absoluta necesidad de que en las actuales circunstancias continuase interinamente el General Bolívar en la Presidencia del Estado, y una diputación encabezada por el General Rafael Urdaneta fue encargada de comunicarle esta determinación a la que al final y tras una segunda negativa terminó resignándose el General Bolívar. Su ausencia de la Capital sería suplida por Francisco Antonio Zea, en calidad de Vicepresidente y a Zea lo supliría Roscio en la Presidencia del Congreso.
            La respuesta a la última negativa de Bolívar está firmada por Diego Bautista Urbaneja, Secretario del Congreso, el 17 de febrero de 1819, en los siguientes términos: “Excmo. Señor: No habiendo el Soberano Congreso Nacional accedido a las repetidas renuncias de la Presidencia interina del Estado que se confirió a V. E en la Sesión Ordinaria de ayer, y confirmado este nombramiento, y el de Vicepresidente del mismo en la persona del señor diputado Francisco Antonio Zea, por la de hoy hasta estos destinos sean constitucionalmente elegidos; y a consecuencia de la comunicación que V. E se hizo de estas deliberaciones, prestado ya el juramento debido: ha acordado el Soberano Congreso se publique sus nombramientos; se haga una salva de Artillería por ellos y se mande a iluminar generalmente esta capital por la noche de ese día y que al instante V. E comunique sus respectivas órdenes a la Comandancia General”.

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